La ceremonia inaugural del Mundial se hizo porque se tenía que hacer y
porque siempre antes se ha hecho. Igual quedó bonita por la televisión,
que es para lo que se hacen estas cosas, porque lo que es en el estadio
pasó de puntillas y fue casi clandestina. Empezó a traición sin que
nadie anunciara nada. Salieron los artistas y ofrecieron el habitual
ejercicio de coros y danzas de catálogo para estos casos en el que se
loa las peculiaridades del país.
Apenas duró 25 minutos que se hicieron eternos ante una grada medio
vacía que no mostró el menos interés por las cabriolas de los 600
bailarines que representaron en tres actos la importancia de la
naturaleza, de la música y del fútbol para Brasil danzando alrededor de
una pelota gigantesca iluminada con leds.
La pelota, como acostumbra a pasar, tenía sorpresa. En un momento
dado se abrió el balón y aparecieron Pitbull, Jennifer López y Claudia
Leite cantando la canción oficial del Mundial, ‘We are one’. Por suerte,
la cosa acabó rapidito, empezaron a llenarse las gradas y, finalmente,
pudo respirarse en el estadio el nerviosismo propio de un partido
inaugural de una Copa del Mundo. Eso sí, una vez concluida la ceremonia y
ante la ausencia de parlamentos de los dignatarios, que se escondieron
para no llevarse la bronca, el público empezó a gritar “Dilma vai tomar
no cu”. Ya estaba todo listo para empezar a jugar.
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